Hipotiposis en el Libro de Mormón

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HIPOTIPOSIS EN EL LIBRO DE MORMON

(Ecfrasis, enárgeia, estasis y cinesis como estrategias visuales en la narrativa textual de las planchas)

Por Mario R. Montani

Sí, es cierto. Parecieran demasiadas y muy extrañas palabras para un registro que todos conocemos y que no es de tan difícil comprensión. Ocurre que, desde antiguo, filósofos y retóricos se encargaron de describir las estrategias discursivas de los oradores y los escribas y su forma particular de darles uso. Hoy denominamos a dichas estrategias figuras retóricas y, aunque muchas han desplazado o mutado su significado, continuamos utilizándolas, seamos o no conscientes de ello. Nos ocuparemos en esta ocasión de aquellas que tienen que ver con la imaginería visual. Es decir ¿qué mecanismos utilizaron los diferentes autores del Libro de Mormón, y su compilador final, para trasladarnos descripciones visuales y que las recordásemos con el ojo de la mente? ¿Cómo se pinta un cuadro con puro texto?

Según el diccionario, la hipotiposis (del griego hipo = bajo, debajo y tiposis = figura hecha por moldeado) significaba originalmente esbozo o bosquejo. Como figura retórica corresponde a un tipo de descripción muy vívida que pinta algo lejano o poco relacionado con el público de forma patética o muy emotiva ante los ojos, los oídos y la imaginación de ese público como si estuviese presente y asistiese a ello. Normalmente sirve para presentar de forma muy próxima realidades de carácter más bien abstracto. Por ejemplo: cuando los sacerdotes enseñan a los miembros sobre la futura eternidad.

Quintiliano, al describirla en De Institutione Oratoria 397; IX.2.40, la caracteriza diciendo que “más parece que se percibe con los ojos que con los oídos”.

De acuerdo a Cesar Dumarsais, filósofo francés de comienzos del siglo XVIII en su Tratado de los Tropos, “en las descripciones, se pintan los hechos de los que se habla como si lo que se dice estuviera de verdad ante los ojos; se muestra, por así decirlo, lo que se cuenta…”

Hipotiposis, por tanto, es una representación textual tan vívidamente elaborada que parece estar presente, como si realmente contempláramos con nuestros ojos. Algunos sinónimos utilizados en el pasado fueron evidentia, illustratio o demonstratio.

Para Henri Morier, la hipotiposis representa vigorosamente, como en la pintura, actividades civiles colectivas, eventos bélicos, catástrofes naturales, etc. Sirve para reunir y agrupar una multiplicidad en un conjunto único y para subrayar la ejemplaridad y la grandeza moral de la escena (actividad y solidaridad humana, la crueldad de las fuerzas de la naturaleza, el coraje y el sacrificio) como también el más puro placer de los ojos. (Morier, Henri. Dictionnaire de poétique et de rétorique. 3° ed. París: Presses Universitaires de France, 1981, pag. 521-524)

Tomemos algunos ejemplos de los grandes grupos mencionados por Morier:

Actividades Civiles Colectivas

“… El pueblo se congregó de todas partes, a fin de subir hasta el templo para oír las palabras que el rey Benjamín les iba a hablar. Y hubo un número muy crecido… Y también llevaron de las primicias de sus rebaños, para que ofrecieran sacrificios y holocaustos según la ley de Moisés… Y aconteció que, cuando llegaron al templo, plantaron sus tiendas en los alrededores, cada hombre según su familia… cada hombre con la puerta de su tienda dando hacia el templo… porque tan grande era la multitud, que el rey Benjamín no podía enseñarles a todos dentro de los muros del templo; de modo que hizo construir una torre, para que por ese medio su pueblo oyera las palabras que él les iba a hablar”. (Mosiah 2: 1-7)

El uso de los sustantivos “pueblo”, “templo”, “rebaños”, “sacrificios y holocaustos”, “tiendas”, “familia”, “multitud” y “torre” va creando un inmenso mural del cual, como si de una cámara se tratase, debemos alejarnos para poder abarcarlo en nuestro campo visual. También los pasajes dan cuenta del dónde, quiénes y por qué. Por otro lado, los verbos “congregar”, “subir”, “oír”, “hablar”, “llevar”, “ofrecer”, “plantar”, “enseñar” y “construir” dan idea de actividad y movimiento. No es una pintura estática, es casi una película, aunque el término resulte totalmente anacrónico. Es decir, hay cinesis.

Discurso de Benjamin

Discurso de Benjamin

Cuando Benjamín comienza a hablar, por el contrario, hay estasis. Todo se detiene y la supuesta cámara se centra en la torre, su ocupante y su mensaje.

Siendo que El Libro de Mormón está básicamente formado por sermones, discursos y consejos al mismo tiempo que por actividades sociales (viajes, guerras, conflictos) este esquema se repite a lo largo de sus páginas. Hay estasis en las primeras y cinesis en las segundas. A este tipo de cosas nos referimos al hablar de estrategias narrativas visuales.

Eventos bélicos

Las guerras y batallas ocupan una importante porción de los registros nefitas y jareditas. Algunas acciones bien podrían formar parte de la Iliada de Homero, obra cronológica y geográficamente cercana al Mediterráneo de Lehi. Por ejemplo:

“Y así acamparon durante la noche. Pues he aquí, se hallaban fatigados por motivo de la extensa marcha… excepto Teáncum: porque estaba irritado en extremo en contra de Ammorón… Y sucedió que Teáncum, en su ira, entró en el campo de los lamanitas, y se descolgó de las murallas de la ciudad. Y fue de sitio en sitio, con una cuerda, de modo que halló al rey: y le arrojó una jabalina que lo hirió cerca del corazón. Pero he aquí el rey despertó a sus siervos antes de morir, por lo que persiguieron a Teáncum y lo mataron.” (Alma 62: 35-36)

Escena nocturnal de intensa cinesis y dramatismo que se graba en la mente del lector/oyente. La ira de Teáncum no está quizá tan alejada del tema homérico de la ira de aquel otro paladín: Aquiles…

Un buen ejemplo de hipotiposis bélica lo hallamos en el capítulo 2 de Alma. Amlici, un hombre perverso que intentaba reinstaurar la monarquía en el pueblo de Zarahemla se une a los lamanitas. Alma envía a Zeram, Amnor, Manti y Lmiher a vigilar el campo de los amlicitas. El relato, a su regreso, es de una gran premura visual:

“He aquí, seguimos el campo de los amilicitas, y con gran asombro vimos a una numerosa hueste de lamanitas en la tierra de Minón, más allá de la tierra de Zarahemla, en dirección de la tierra de Nefi; y he aquí, los amlicitas se han unido a ellos: y han caído sobre nuestros hermanos en esa tierra; y están huyendo ante ellos con sus rebaños, y sus esposas, y sus niños hacia nuestra ciudad; y a menos que nos demos prisa, se apoderarán de nuestra ciudad, y nuestros padres, y nuestras esposas y nuestros niños serán muertos”. (Alma 2: 24)

Alma (o Mormón, en su recopilación) decide cambiar el registro en tercera persona que antecede a la historia para dar paso a este relato en primera persona de los espías, y nos hace visualizar su preocupación. No es lo mismo mencionar que una ciudad fue tomada que la descripción minuciosa de rebaños, padres, esposas y niños en tumultuosa huída…

Según la retórica clásica, la épica bélica debía incluir los hechos que precedían al conflicto, la batalla propiamente dicha, y las consecuencias. En el caso anteriormente descripto se cumplen estos requisitos retóricos ya que los versículos previos dan cuenta de la sublevación política de Amlici, de los pasajes cruentos de la batalla propiamente dicha y del restablecimiento de la paz. Hay, incluso, un pasaje que recuerda los combates singulares (aristeia) entre griegos y troyanos.

“Y aconteció que Alma luchó con Amlici cara a cara con la espada; y lucharon tenazmente uno con otro” (Alma 2:29)

Catástrofes naturales

En el capítulo 14 de Alma se relata cómo Alma y Amulek son llevados a prisión por un juez de la orden de Nehor, en la ciudad de Amoniah. Mientras allí se encuentran:

“Y rompieron las cuerdas con las que estaban atados… y la tierra se estremeció fuertemente, y los muros de la cárcel se partieron en dos y cayeron al suelo; y al caer mataron al juez superior y a los abogados y sacerdotes y maestros que habían golpeado a Alma y a Amulek” (Alma 14: 26-27)

Hay allí intensa cinesis y los verbos romper, estremecer, partir, caer, matar, golpear, rigen la acción. El relato cierra con otra ingeniosa imagen visual armada en una estructura cuasi quiástica:

“Y los del pueblo… huyeron de la presencia de Alma y Amulek, así como una cabra con su cría huye de dos leones; y así huyeron ellos de la presencia de Alma y Amulek” (Alma 14:29)

Otras imágenes memorables ocurren de modo previo a la aparición de Cristo, en los capítulos 8 al 10 de 3 Nefi:

“… se desató una gran tormenta  como jamás se había conocido en toda la tierra. Y hubo también una grande y horrenda tempestad; y hubo terribles truenos de tal modo que sacudían toda la tierra como si estuviera a punto de dividirse. Y hubo relámpagos extremadamente resplandecientes, como nunca se habían visto en toda la tierra. Y se incendió la ciudad de Zarahemla. Y se hundió la ciudad de Moroni en las profundidades del mar. Y se amontonó la tierra sobre la ciudad de Moroníah, de modo que en lugar de la ciudad, apareció una enorme montaña… y se rompieron las calzadas, y se desnivelaron los caminos, y muchos terrenos llanos se hicieron escabrosos…” (3 Nefi 8: 6-13)

Luego, en medio de la oscuridad y las tinieblas, la voz del Salvador recapitulará lo ocurrido con las ciudades de Gilgal, Oníah, Mocum y Jerusalén (sepultadas por tierra o agua), las de Gadiandi, Gadiomna, Jacob y Gimgimno (hundidas), las de Jacobugat, Lamán, Josh, Gad y Kishkumen (quemadas por fuego) y recién después se producirá su aparición. Nuevamente, juego de sombras y luces.

En la mnemotécnica clásica, una imagen terrible tenía más posibilidades de ser recordada y, por consiguiente, evocada en el momento oportuno. Tal vez este uso es el que tenemos aquí…

Cristo visita al remanente del Libro de Mormón

Cristo visita al remanente del Libro de Mormón

El escritor, semiólogo e investigador italiano Umberto Eco:

“En los ejemplos nos encontramos ante técnicas descriptivas y narrativas distintas, que tienen en común sólo el hecho de que el destinatario recibe una impresión visual (si quiere, es decir, si tiene la intención de colaborar con el texto). Lo cual me permite decir que la hipotiposis como figura retórica específica no existe. El lenguaje nos permite describir formas, escenas, secuencias de acciones… en el curso de nuestra actividad cotidiana y con mayor razón nos anima a hacerlo por razones artísticas, pero nos lo permite gracias a técnicas múltiples, que no pueden reducirse a una fórmula o instrucción…” (Umberto Eco, Sobre Literatura, 2012 Random House Mondadori, pag. 193)

Eco menciona aquí dos aspectos importantes, uno, la necesidad de participación del lector para que la hipotiposis se produzca, y, dos, la no existencia de una fórmula rígida para esa producción, dependiendo de la capacidad y herramientas con que cuente el escritor. Se ha denominado enárgeia a esta facultad de generar lo visual. Dicha enárgeia no es una propiedad del lenguaje sino una habilidad del narrador.

Veamos por un momento la enárgeia de Nefi, hijo de Lehi, en la narración de su visión y entrevista con el Espíritu y luego con un ángel en los capítulos 11 al 14 del libro de 1 Nefi. Un gran lienzo se despliega ante los ojos de Nefi con variadas y cambiantes escenas. Cada uno de esos cambios esta precedido por la invitación/mandato del ángel: “¡Mira!” y las consiguientes respuestas del joven profeta: “Y miré, y vi…”, “y aconteció que vi…”, “y sucedió que vi…”.

No es sólo Nefi el que ve. Los lectores (en la medida en que estemos dispuestos a participar) también somos convocados por el mandato y vemos a través de los ojos de Nefi.

Sin duda, la hipotiposis transforma a los lectores u oyentes en espectadores…

Ecfrasis

Si bien la palabra écfrasis o ekphrasis (del griego: visible, palpable, etimológicamente “explicar hasta el final”) tenía en el pasado un sentido más general, el uso de la crítica literaria moderna la ha restringido a la reconstrucción textual de una obra de arte plástica, siendo el ejemplo clásico la descripción del escudo de Aquiles, creado por Hefestos, en el canto XVIII de la Ilíada. Es el moldeado, mediante palabras, de un objeto artístico.

Ya Horacio en su Epístola a los Pisones había declarado que ut pictura poesis, la poesía es como la pintura, entendiendo que para los antiguos poesía era equivalente a literatura.

Guideon Burton, profesor de literatura en BYU especializado en el Renacimiento, retórica y literatura mormona, en su página web Silva Reotricae define tres acepciones (http://humanities.byu.edu/rhetoric/Silva.htm.) :

  • Descripción vívida; utilizando detalles que colocan a un objeto, persona o evento frente a los ojos del oyente.
  • El término griego para los progymnásmata (ejercicios de retórica).
  • Ecfrasis posee otra definición más restringida: la descripción literaria de una obra de arte. Filóstrato de Lemnos colaboró a fijar este sentido del término en el siglo II.

Ahora bien, no parece que en El Libro de Mormón haya mucho espacio para la descripción de obras de arte. Sin embargo, hay algunos interesantes ejemplos.

En el capítulo 4 de 1 Nefi, el narrador entra furtivamente dentro de las murallas de Jerusalén, al amparo de la noche, guiado por el Espíritu pero sin saber lo que hará:

“…vi a un hombre, y éste había caído al suelo delante de mí, porque estaba ebrio de vino. Y al acercarme a él, hallé que era Labán. Y percibiendo su espada, la saqué de la vaina; y el puño era de oro puro, labrado de una manera admirable, y vi que la hoja era de un acero finísimo…” (1 Nefi 4: 7-9)

Es notable que la descripción artística, al igual que en el caso de Aquiles, corresponda a un arma. Nefi es atraído por la belleza de la espada lo que lo lleva a desenvainarla, cuando aún está lejos de él la idea de utilizarla para acabar con Labán. El juego de luz y sombra entre la noche circundante y el brillo del acero acentúa la escena.

Nefi y la espada de Labán

Nefi y la espada de Labán

El valor simbólico y fundacional de esa espada quedará patente en varios pasajes posteriores:

“Y yo, Nefi, tomé la espada de Labán, y conforme a ella hice muchas espadas…” (2 Nefi 5: 14)

“Y como el pueblo amaba a Nefi en extremo… pues había empuñado la espada de Labán en su defensa…” (Jacob 1:10)

“Mas he aquí, el rey Benjamín reunió a sus ejércitos y les hizo frente; y luchó con la fuerza de su propio brazo, con la espada de Labán” (Palabras de Mormón 1: 13)

“Y además, le encargó (a Mosiah) los anales que estaban grabados sobre las planchas de bronce; y también las planchas de Nefi; y también la espada de Labán…” (Mosiah 1:16)

Como obra de arte, símbolo de poder real, patrón para la construcción de otras armas o recuerdo del sacrificio cruento inicial, la espada llegó hasta la Restauración:

“…y si lo hacéis con íntegro propósito de corazón, veréis las planchas, y también el pectoral, la espada de Laban, el Urim y Tumim que le fue dado al hermano de Jared en el monte…” (D y C. 17:1)

Otros ejemplos de écfrasis pueden hallarse en la descripción de la Liahona:

“…y al dirigirse a la entrada de la tienda, con gran asombro vio en el suelo una esfera de bronce fino, esmeradamente labrada; y en la esfera había dos agujas, una de las cuales marcaba el camino que debíamos seguir por el desierto” (1 Nefi 16:10)

“Y aconteció que yo, Nefi, vi las agujas que estaban en la esfera, y que funcionaban de acuerdo con la fe, diligencia y atención que nosotros les dábamos. Y también se escribía sobre ella una escritura nueva que era fácil de leer, la que nos daba conocimiento…y se escribía y cambiaba de cuando en cuando…” (1 Nef 16:28-29)

“…tengo algo que decir concerniente a lo que nuestros padres llaman esfera o director, o que ellos llamaron Liahona, que interpretado quiere decir brújula; y el Señor la preparó. Y he aquí, ningún hombre puede trabajar con tan singular maestría”. (Alma 37:38-39)

La Liahona

La Liahona

O en las maravillas arquitectónicas del malvado rey Noé

“Y sucedió que el rey Noé construyó muchos edificios elegantes y espaciosos; y los adornó con obras finas de madera, y con toda clase de cosas preciosas, de oro y de plata, de hierro, de bronce, de ziff y de cobre. Y también edificó para sí un amplio palacio, y un trono en medio, todo lo cual era de madera fina, y estaba adornado de oro y plata y cosas preciosas. Y también mandó que sus artesanos elaboraran toda clase de obras finas dentro de los muros del templo: de madera fina, y de cobre, y de bronce. Y los asientos que se reservaron para los sumos sacerdotes, que eran más altos que todos los demás asientos, él los adornó con oro puro; e hizo construir un antepecho delante de ellos… Y ocurrió que edificó una torre cerca del tempo, sí, una torre muy alta…” (Mosiah 11: 8-12)

Abinadi y el rey Noé

Abinadi y el rey Noé

Diatiposis (descripción)

Los progymnásmata incluían y distinguían como formas de diatiposis: prósoma, prógmata, tópoi y crónoi.

Prósoma (descripción de personas)

Como en toda la épica clásica y bíblica conocemos pocos rasgos físicos o psicológicos de los personajes. Los definen sus nombres y algunas pinceladas de carácter.

“…vino entre el pueblo de Nefi un hombre que se llamaba Sherem. Y aconteció que empezó a predicar… que no habría ningún Cristo… Y era un hombre instruido, pues tenía un conocimiento perfecto de la lengua del pueblo; por tanto, podía emplear mucha lisonja y mucha elocuencia…” (Jacob 7: 1-4)

“Había entre ellos un hombre que se llamaba Gedeón, y como era un hombre fuerte y enemigo del rey, sacó, por tanto, su espada y juró en su ira que mataría al rey…” (Mosíah 19: 4)

El lector debe construir la imagen visual de esas prósoma con muy pocos datos. En realidad conocemos a los individuos por sus hechos, más que por su descripción. Tampoco hallamos en los textos bíblicos aportes sobre el aspecto de Abraham, Salomón o Cristo. El análisis literario moderno diría que son construidos mediante la “exterioridad” y no su “interioridad”.

Prógmata (descripción de circunstancias o hechos)

“Y aconteció que Moroni no cesó de hacer preparativos para la guerra… e hizo que sus ejércitos empezaran a levantar montones de tierra alrededor de todas las ciudades… y sobre esos montones… hizo colocar vigas, sí, obas de maderos erigidas a la altura de un hombre… e hizo que se construyeran estacadas por todos lados; y eran altas y fuertes. E hizo que se erigieran torres más altas que estas estacadas… y las dispusieron para lanzar piedras desde su cumbre, según su voluntad y fuerza, y matar a quien intentara aproximarse a las murallas de la ciudad” (Alma 50: 1-5)

Un buen ejemplo de prógmata en el que se unen actividad comunitaria con preparativos bélicos.

El Capitán Moroni

El Capitán Moroni

Tópoi (descripción de lugares)

“… entre todos los de su pueblo que vivían en sus dominios… los cuales colindaban con el mar por el este y el oeste, y estaban separados de la tierra de Zarahemla por una angosta faja de terreno desierto que se extendía desde el mar del este hasta el mar del oeste… por las fronteras de Manti, cerca de los manantiales del río Sidón…” (Alma 22:27)

Crónoi (descripción de períodos de tiempo)

“Porque he aquí, aconteció que ya habían pasado cincuenta y cinco años desde que Lehi había salido de Jerusalén; por tanto, Nefi me dio a mí, Jacob, un mandato respecto de las planchas menores…” (Jacob 1:1)

“Y sucedió que habían transcurridos doscientos años; y todos los de la segunda generación habían muerto… Y ahora bien, en este año, el doscientos uno, empezó a haber entre ellos algunos que se ensalzaron en el orgullo…” (4 Nefi 1: 22-24)

Casi todos los anclajes temporales de los crónoi en el Libro de Mormón están dados con relación a la salida de Lehi de Jerusalén, la venida de Cristo, o los períodos de gobierno de jueces y reyes.

Entre las técnicas de representación verbal del espacio, con carga visual, podríamos enumerar aquellas categorías estudiadas por los teóricos:

Denotación

Es el modo más sencillo de descripción. Se utiliza para referirse a un objeto extralingüístico (denotatum) y designar la realidad por medio del lenguaje.

“Y había en Shemlón un paraje donde las hijas de los lamanitas se reunían para cantar, para bailar y para divertirse”. (Mosiah 20:1)

En este tópoi no es mucha la información que recibimos sobre Shemlón, con excepción de su nombre y lo que allí ocurría. No es tan fácil representarnos visualmente dicho lugar, salvo que utilicemos activamente nuestra imaginación.

Descripción pormenarizada

Comparémoslo con lo que ocurre en las aguas de Mormón, algunos capítulos antes:

“Y ahora bien, había en Mormón una fuente de agua pura… y cerca del agua había un paraje poblado de árboles pequeños, donde su ocultaba, durante el día, de las pesquisas del rey…” (Mosiah 18: 5)

“Y ahora bien, aconteció que todo esto se hizo en Mormón, sí, al lado de las aguas de Mormón, en el bosque inmediato a las aguas de Mormón; sí, el paraje de Mormón, las aguas de Mormón, el bosque de Mormón, ¡cuán hermosos son a los ojos de aquellos que allí llegaron al conocimiento de su Redentor…! (Mosiah 18:30)

Las aguas de Mormón

Las aguas de Mormón

Hay allí muchísima mayor información (objetiva y subjetiva) sobre un sitio que no debería estar muy lejano del otro. Sin embargo, las referencias hacen que nos sea más sencillo visualizarlo en detalle.

Enumeración

“pues tenían toda clase de frutas y granos, y de sedas, y de lino fino, y de oro, y de plata, y de objetos preciosos; y también todo género de ganado, de bueyes , y vacas, y de ovejas, y de cerdos, y de cabras, y también muchas otras clases de animales que eran útiles para el sustento del hombre. Y también tenían caballos y asnos, y había elefantes y curelomes y cumomes, todos los cuales eran útiles para el hombre, y más particularmente los elefantes y curelomes y cumomes” (Eter 9:17-19)

Es interesante ver como la enumeración nos ayuda a crear imágenes visuales de lo nombrado, aún de los curelomes y cumomes, que cada uno reconstruirá de acuerdo a su imaginación.

Acumulación

“… a la mañana siguiente, después que los lamanitas hubieron vuelto a sus campamentos, vimos, desde la cima del cerro de Cumorah, a los diez mil de mi pueblo que fueron talados, al frente de los cuales había estado yo. Y también vimos a los diez mil de mi pueblo que había acaudillado mi hijo Moroni. Y he aquí, los diez mil de Gidgiddona habían caído, y él en medio de ellos. Y había caído Lámah con sus diez mil; y Gilgal había caído con sus diez mil; y Límhah había caído con sus diez mil; y Jeneum había caído con sus diez mil; y habían caído Cumeníah, y Moroníah, y Antiónum, y Shiblom, y Shem, y Josh, cada uno con sus diez mil. Y sucedió que hubo diez más que cayeron por la espada, cada uno con sus diez mil, sí, había caído todo mi pueblo” (Mormón 6: 11-15)

Desde la cima del cerro de Cumorah, mediante los “vimos” y “he aquí”, somos invitados a presenciar la horrible matanza de todo un pueblo.  El motivo de la enumeración de los guerreros es propio de la poesía épica. La espeluznante contabilidad comienza con los conocidos Mormón y Moroni, continúa con cinco generales a los que agrega sus diez mil guerreros cada uno y luego otros seis que confirma que tenían la misma cifra. Finalmente añade otros diez no identificados con sus propias huestes. Es como si la acumulación léxica acompañara la acumulación de cadáveres, comenzando por los más cercanos y alejándose hasta una total despersonalización innombrable. No sabemos si cada ejército tenía exactamente la cifra de diez mil o si se trata de un recurso retórico para decir que “eran muchos”. No sabemos si las esposas e hijos que acompañaban a los guerreros están incluidos en el número de víctimas. Imaginar a las más numerosas huestes lamanitas que pudieron destruirlos es casi imposible…

Los narradores eficaces de todas las épocas han tenido en cuenta estos elementos constitutivos del buen relato.

Joseph Conrad, en su prólogo a El Negro del “Narciso”, escribió:

“La tarea que intento llevar a cabo, gracias al poder de la palabra escrita, es haceros oír, haceros sentir… es, antes que nada, haceros ver”. (J.Conrad, Edición crítica, New York, Norton, 1979, pag. 147)

Y Robert L. Stevenson, el autor de La Isla del Tesoro, Raptado y Dr. Jeckyll y Mr. Hyde agregó:

“Los hilos de un relato se entrelazan cada tano y forman un diseño en la trama; los personajes adoptan cada tanto una actitud, los unos ante los otros o ante la naturaleza, que graba el relato en la memoria como una ilustración. Crusoe retrocediendo ante la huella de un pie, Aquiles gritando contra los troyanos, Ulises doblando el enorme arco… y cada uno quedó impreso en el ojo de la mente para siempre. Podemos olvidarnos de otras cosas; olvidaremos las palabras, por bellas que sean; olvidaremos el comentario del autor, aunque haya sido ingenioso y exacto, pero estas escenas memorables, que ponen la marca definitiva de la verdad en un relato y colman, de una vez, nuestra capacidad de goce simpático, las adoptamos de tal modo en el seno de nuestra mente que ya nada podrá borrar o debilitar esa impresión. Es esta, pues, la función plástica de la literatura: dar cuerpo a un personaje, pensamiento o emoción en algún acto o actitud que impresione de manera notable al ojo de la mente”. (Stevenson, Works, New York, Scribner’s Sons, XIII, pags. 332-333)

Jorge L. Borges, en un ensayo de 1921, nos recordaba:

“Nuestra memoria es, principalmente, visual y secundariamente auditiva. De la la serie de estados que eslabonan lo que denominamos conciencia, sólo perduran los que son traducibles en términos de visualidad o de audición. Ni lo muscular ni lo olfatorio ni lo gustable, hallan cabida en el recuerdo, y el pasado se reduce, pues, a un montón de visiones barajadas y a una pluralidad de voces. Entre éstas tienen más persistencia las primeras, y si queremos retrotraernos a los momentos iniciales de nuestra infancia, constataremos que únicamente recuperamos unos cuantos recuerdos de índole visual… Nombrar un sustantivo cualquiera equivale a sugerir su contexto visual… la idea de su aspecto precede siempre a la de su sonido y se opera casi instantáneamente”. (Jorge L. Borges, Cosmópolis, Noviembre 1921, pags. 396-397)

Recientemente, Herman Parret, en Nel nome dell’ipotiposi, reconoce en la hipotiposis a una de las figuras que concurren en la producción de lo Sublime (Petitot y Fabbr, compiladores, Nel nome del senso, Milán, Sansoni, 2001)

Si eso es cierto, el Libro de Mormón está plagado de imágenes visuales que nos relacionan con lo Sublime, desde el pilar de fuego que ve Lehi en el primer capítulo de 1 Nefi hasta la experiencia del hermano de Jared con el dedo de Señor, pasando por la visión del Arbol de la Vida, la visita angélica a Alma, hijo y la aparición del Cristo resucitado. Las escenas visuales memorables relacionadas con la Deidad son innumerables y cada uno podrá buscar y encontrar los ejemplos que más le agraden.

¿Nos dará esa investigación un testimonio de la veracidad del Libro? No… El único modo de lograr eso es aplicar la regla de Moroni que aparece en su propio texto. Pero sí nos ayudará a comprender la complejidad y densidad de la obra, algo que, en las últimas décadas, los catedráticos no miembros han comenzado a reconocer. La importancia literaria del Libro de Mormón está a la altura del mensaje espiritual que transmite…

Un comentario el “Hipotiposis en el Libro de Mormón

  1. jimena dice:

    Me encantó el artículo todo en especial lo de ecfrasis y diatiposis, las citas de la espada de Labán son muy buenas, yo recordaba las de la Liahona un abrazo , por fin puedo leer algo y comentar

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